¡Hola Substackers! ¿Cómo pasaron la semana? Yo quiero comenzar esta edición recordando que este es ante todo un newsletter de tecnología. Sé que a veces hablamos de feminismo, política y la inmortalidad del cangrejo viudo, pero en el fondo, muy en el fondo todos los temas que se tratan acá son atravesados por la tecnología, las redes y la calle online. Hoy particularmente vamos a hablar de dos temas que tienen que ver directamente con la incidencia de la internet en nuestras vidas: El cierre de Taringa y los mitos urbanos en contexto de las redes sociales.
Bien, ahora que ya sacamos eso del camino también les voy a contar que esta no era la introducción original de este post, pero me pasé tres pueblos con el largo y decidí darle su sección aparte. La intro en este caso no tiene nada que ver con tecnología (si, soy el meme de te mentí, no vamos a etc etc) pero a pocos días de pasado el 24 de Marzo me parece importante conmemorar la fecha con una pequeña historia personal y una reflexión.
Si no la quieren leer pueden saltearla e ir directo para abajo a la sección de Taringa. No se van a perder nada salvo una gran historia que empieza así:
A mi me crió una señora que decía que no eran 30.000.
También decía que si eran más o menos no importaba porque algo habían hecho. No, esta señora no es mi mamá. Era Isabel, que se quedaba conmigo todas las tardes cuando mamá trabajaba. Cocinaba, ordenaba la ropa y me contaba historias del pasado.
Nunca le conté a mamá las cosas que Isabel decía sobre los años de la dictadura. Incluso siendo muy chica yo ya sabía que le iba a doler. En los setenta mamá estudiaba letras en FILO, soñaba con ser escritora y docente. Mi abuela la convenció de dejar la carrera porque tenía miedo de que se la lleven. Otro sueño trunco que nos dejaron los gobiernos de facto. Igual la vieja tenía razón, al tiempo se llevaron a unos cuantos, y no todos afiliados directamente a un partido político.
A mi también me crió mi mamá, y me dijo que son 30.000 y que si son más o menos no importa porque no tendría que haber sido ni uno.
Isabel para mi fue vieja siempre. Ahora lo pienso y en ese momento sería una mujer de no más de 50 años, pero para mi era anciana. Tenía la severidad de las matronas de antes y eso le daba un aura de ser mayor. En criollo, siempre me estaba retando.
Yo la quería mucho y me gustaba hablar con ella a pesar de que no estaba de acuerdo con todo lo que decía. Era una mujer muy, muy culta. Parecía que sabía todo y se la pasaba leyendo. Podía hablar de cualquier cosa: ciencia, historia, arte. Sus estudios se limitaban a la primaria completa pero aún así al día de hoy le daría un baile a más de un universitario. Y esto no lo digo porque era chica, he tenido charlas muy profundas con ella en mi adultez.
Todas las tardes, cuando volvíamos caminando del colegio me contaba historias. Sobre el campo, el finado Iglesias, los escándalos de pueblo chico y mi tema favorito: el tren. Su papá era ferroviario (y radical) y por eso la mayoría su vida sucedíaa en los alrededores de los trenes. Su familia se trasladó por muchos lugares de Argentina, pero sus mejores años los pasó en La Pampa. Allá, en General Pico, iba a bailes con sus hermanas y leían poesía en el ático de la casa. Allá pasaron la alternancia de democracias y dictaduras. En una había bailes, en las otras volvías a tu casa temprano y “no pasaba nada si te portabas bien”.
Eventualmente se vino a vivir a Buenos Aires y conoció al que sería su primer y único marido. Se mudaron a Miami, pero ella volvió porque quería que su hijo fuera a la escuela pública y estudiara en la Universidad de Buenos Aires.
Quedó viuda muy joven y con un hijo chico, que eventualmente logró recibirse en la UBA y fue profesor de FILO por muchos años (años más felices donde filosofar no te costaba la vida). Que vueltas raras da la vida, uno de los dolores más grande de su vida fue tener un hijo puaner.
Hoy en día, con la cultura twittera, podríamos decir a todas luces que Isabel era terrible facha. Me acuerdo cuando cerca de mi casa (en el excelentísimo barrio de San Cristobal) pusieron placas en todos los árboles de Av. San Juan conmemorando a los desaparecidos. Cada vez que pasábamos por ahí ella se quejaba porque “Estos no son santos para andar prendiendo velas”.
Para ese momento, alrededor de 2004, yo ya era adolescente y le respondía. Ella no daba brazo a torcer, pero había un punto donde siempre estábamos de acuerdo: la apropiación de bebés y la tortura a embarazadas. Ese tema siempre la puso sensible y la hacía dudar. Y es que un embarazo deseado es una situación muy esperanzadora, muy llena de futuro y cuando eso se pierde el vacío es gigantesco. Y que culpa puede tener un bebé de nada. No había justificación posible y ella lo sabía.
Como dije, Isabel era terrible facha, pero podía trazar una linea moral y admitir que hay acciones que están lisa y llanamente mal.
Me acuerdo cuando llevé a Davo, mi primer novio, a casa. Lo miró y le dijo que era precioso pero que a ella le gustaban más los morochos, como Sandro. Y si, a ella le gustaban así, cuanto más tostado mejor. Hombres de campo con pinta de laburante, como su viejo. Le gustaba viajar por el país y tenía mucho amor por lo nacional. Nunca la escuché decir una mala palabra sobre la patria. Isabel fue mi propia Chiqui Legrand, un poco facha pero buena muchacha. Y sobre todo amante de su suelo y su cultura. Podría haber elegido nunca volver y ser una cipaya genérica pero eligió quedarse y criar a su hijo argentino. Amargo y retruco, carajo.
Es raro que pasado el aniversario del Día de La Memoria, Verdad y Justicia, la historia que haya venido a mi mente para contar sea la de Isabel. Podría contarles de mi mamá en FILO o de mi tía detenida. De los informes que encontré que el gobierno uruguayo armó sobre mi familia paterna. Tenemos mucha tela para cortar. Pero contar esas historias no me permite ilustrar un punto que para mi es muy importante: No todas las influencias que recibimos en nuestras vidas se alinean al 100% con lo que terminamos siendo. Quién nos cria no nos condena necesariamente a ser de un modo u otro porque nos vamos a encontrar muchas cosas en el camino. Y existe gente que tiene algunos ideales de mierda que igual puede ser buena persona y nos termina dejando cosas positivas.
¿Le perdonaré alguna vez su negacionismo? Probablemente no. Pero puedo entender que sus ideas venían de un contexto y un prejuicio y que si la hubiera conocido veinte años antes, quizás, solo quizás, la sacaba progre.

Para mi es dificil hablar online de estos temas en tiempos violentos como los que vivimos. Me pregunto si no aparecerá (nuevamente) alguien a decirme que justifico lo injustificable. Pero la vida no es internet, en la calle offline hay todo tipo de personas con las que uno se cruza y no sabemos siempre de que lado están o que piensan sobre determinado tema. Y eso no les quita lo humano, ni la posibilidad de que tengamos tantas diferencias como cosas en común.
Cuando hablamos de tender puentes creo que tenemos que centrarnos en esto, las personas que todavía pueden distinguir entre el bien y el mal aunque su brújula moral no esté 100% alineada con la nuestra. Y que tengan la capacidad de interactuar en la calle offline. A los trolls que solo escupen odio y no les importa la vida ajena, ni cabida, nunca. Nunca más.
Ahora si, hablemos de tecnología.
Adios Taringa!
Se nos fue un grande de la internet. El cierre definitivo de la plataforma fue anunciado para el 24 de Marzo pero fue finalmente llevado a cabo el día 25 y con el se llevó uno de los últimos resabios de la internet del 2000 que quedaban con vida.
¿Qué fue Taringa?
Taringa (legalmente Taringa!) fue una plataforma social de origen argentino que permitía a los usuarios crear y compartir contenido en distintas categorías como publicaciones, links e imágenes. Fue conocida por su comunidad activa y diversa que discutía temas desde tecnología y programación hasta arte y entretenimiento.
Esa es al menos la descripción de diccionario, porque seamos honestos, una de las características por las cuales el sitio se volvió tan popular fue porque estaba lleno de links de descarga a libros, música y demás.
En 2011, los hermanos Matías y Hernán Botbol, junto con Alberto Nakayama, administradores de Taringa!, fueron procesados en Argentina por el delito de violación de derechos de autor debido a que los usuarios del sitio compartían enlaces que permitían descargar material de forma ilegal. Este caso fue emblemático y generó un amplio debate sobre la responsabilidad de las plataformas de internet respecto al contenido que los usuarios comparten en ellas.
El juicio abordó la problemática de hasta qué punto un sitio web es responsable por el contenido generado por sus usuarios, un tema de amplia relevancia en el contexto de internet y los derechos de autor. Aunque Taringa! no alojaba directamente el contenido pirata, el hecho de que los usuarios compartieran enlaces a descargas ilegales llevó a las acusaciones.
Taringa llegó a ser uno de los sitios con más tráfico de América Latina y era rentable gracias a la publicidad. Pero con el tiempo las costumbres online cambian y las plataformas se mantienen o mueren según su capacidad de adaptación. Taringa pudo sobrevivir durante bastante tiempo en un paradigma donde las redes sociales fueron evolucionando al estado que tenemos hoy y siguió siendo una plataforma activa a pesar de no volver a la popularidad de sus mejores años.
En 2019 Taringa se vendió a la empresa que desarrolla RSK, una sidechain de Bitcoin. Durante un tiempo era común encontrarse un stand de Taringa! en eventos cripto. Esto le dió un nuevo empuje a la plataforma pero no fue suficiente para mantenerla a flote. Finalmente en 2024 se anunció el cierre definitivo y se aclaró que toda la información sería borrada.
El sueño taringuero quizás terminó, pero es indudable que la plataforma marcó un antes y un después en la historia de las redes sociales, la regulación de la piratería y la economía de creadores en América Latina. Para todos aquellos que tuvimos el honor de vivir sus épocas doradas será para siempre parte de la nostalgia online.
Si quieren leer un poco más sobre la historia de la plataforma y un análisis comparando el cierre con el IPO de Reddit les dejo este excelentísimo hilo de mi ex colega Gino Cingolani, que nos cuenta la historia desde adentro
So long Taringa, and thanks for all the fish!
Los mitos en la era de tiktok
Cada país tiene sus mitos y leyendas urbanas. Acá en Argentina tenemos a la luz mala, el Pombero, Nahuelito y tantos otros que compartimos con países de la región.
Son historias de origen popular que se transmiten de boca en boca hasta el día de hoy. Cada relator les incluye algún detalle propio y la historia se mantiene viva.
Tengo recuerdos del recreo donde alguna amiga volvía de visitar familia en el interior contando que había visto cosas raras o las más extremas donde directamente decían que a algún pariente se lo habían llevado. No, ellas no lo vieron pero les contó la vecina de la abuela que el lechero dijo que.
Los relatos misteriosos siempre nos atraen, es parte de la naturaleza humana, y como tantas otras cosas los trasladamos a la tecnología. Por eso no es para nada raro que Tiktok (y otras redes sociales) estén llenas de historias, relatos y avistamientos de todo tipo.
Las reglas de los Apalaches
Entre los muchos trends que existen en Tiktok actualmente uno que aparece con frecuencia en mi página principal son las reglas de los Apalaches o los Apalaches durante la noche. Estas reglas son siempre las mismas: cerrar las cortinas de noche, si lo viste, no, no viste. Si lo escuchaste… no, no lo escuchaste. Y no vayas a silbar en el bosque, a ninguna hora. Ok.
En todos los videos usuarios de la plataforma preguntan el por qué de esas instrucciones y otros usuarios les comentan, con aura misteriosa, explicaciones a medias. La idea de estas reglas es no atraer ni invitar a las cosas malas que andan por el bosque. Yay.
La zona de los Apalaches siempre tuvo un folklore muy rico, alimentado por leyendas de diferentes culturas tanto indígenas como de los eventuales colonos y los esclavos que traían de los lugares más recónditos del mundo. Con el paso del tiempo y el boca en boca estos relatos se van deformando y se convierten en parte de la historia del lugar y su gente. Estas historias se cuentan como curiosidades para visitantes y turistas o simplemente por diversión entre la población local.
Pero ¿Qué pasa cuando las leyendas urbanas se extienden fuera del límite de lo local? Con redes como Tiktok, donde todo es masivo y los usuarios vienen de cualquier lugar de pronto yo, una mujer argentina que jamás visitó los Apalaches se encuentra leyendo sobre el Wendigo y los skinwalkers.
La zona de los Apalaches depende ampliamente, como tantos otros lugares pintorescos, del turismo. Y bien sabemos que Tiktok tiene la capacidad de viralizar espacios y sentenciarlos al éxito o el fracaso, como pasó en Buenos Aires con la pizzería Guerrin que pasó a tener dos cuadras de cola después de hacerse viral.
Existe entre la población Apalachiana una fuerte preocupación de que este trend les genere mala fama infundada por la cual los visitantes eviten la zona o que atraiga el tipo equivocado de turismo, más interesado por los avistamientos y las historias de terror que por toda la riqueza natural y cultural que tienen para ofrecer.
¿Se convertirán los montes Apalaches en el cerro Uritorco estadounidense o pasará el trend y tendrán paz? Solo el tiempo lo dirá.
Recomendaciones:
Estamos en previa de feriado así que las recomendaciones serán escuetas, descansen.
La mejor opinión sobre el tema Apalaches la tiene este pelado
Un video de pandas imitando a sus cuidadores al cortar bambú
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