Que lindos comentarios quedaron de la edición anterior. Me hablaron de palabras heredadas a través de familiares, amigos y referentes. Modismos como el famoso y polémico “capaz” argentino, hijo bobo entre adjetivo y adverbio. También tuvimos la infaltable referencia a Los Simpsons, serie que tuvo una influencia innegable en al menos dos generaciones de argentinos.
El Argentino nace donde quiere y si Homero Simpson pudiera elegir seguramente sería Tucumano. Algún día voy a ampliar sobre ese concepto. Hoy no es ese día.
La semana pasada hablamos de cómo algunas palabras que usamos son reliquias de otras personas y se quedan con nosotros para siempre. Hoy vamos a hablar de que a veces lo único que nos queda del otro son palabras.
Hoy voy a hablar sobre la amistad. Voy a empezar por mi amigo L.
Con L nos vimos dos o tres veces en la vida, pero fuimos amigos por muchos años. Amigos online. Compartimos preocupaciones sobre la industria en la que trabajamos y sobre la crianza de nuestros hijos. También un profundo amor por la ficción y el sci-fi. L también era tucumano, como Homero.
L tenía un montón de opiniones y muchas veces chocábamos porque mientras yo intentaba ser política el iba directo a tirar sal en la herida. A veces me daban ganas de sacudirlo.
L falleció hace una semana.
Me enteré por un tweet.
Y eso fue todo. Ningún aviso. Ningún cierre.
¿Qué convierte un vínculo en una amistad? ¿Es la asiduidad y el espacio compartido o son los símbolos y un lenguaje común? Yo creo que es la segunda. He tenido grandes vínculos a lo largo de los años. Vínculos de cercanía física constante entre entregas de proyectos y trauma bonding por compartir malos jefes. No todos esos vínculos terminaron en amistades duraderas.
L. me bancó a través de los años de creación de contenido, cosa que muchos de mis amigos “tangibles” no hacen. Quizás fue porque así nos conocimos, porque ese era uno de los pilares de nuestra amistad.
Yo siempre sabía que en todos mis posts iba a recibir una palabra suya, una anécdota, un tema tangencial o una reflexión. Muchas veces no eran públicos los comentarios, me los mandaba directamente. Era nuestro ritual, nuestro ida y vuelta. La edición anterior de este blog fue la primera vez que no recibí nada.
Y esa es la realidad ahora. El archivo digital que representa la gran mayoría de nuestra amistad llegó a un final. Se truncó. Nunca va a tener nada nuevo. Y yo me quedé acá con su último mail todavía sin abrir y un montón de sensaciones que no puedo procesar.
En eso las amistades seas online u offline se parecen mucho. Quizás (o capaz, como mal decimos en argentino) al final es la muerte lo que iguala todo. Y lo que hay que disfrutar es el camino porque no importa tanto el medio, al final lo único que queda es la experiencia.
Siempre tengo, aunque intento no hacerlo, una visión algo negativa de la tecnología aplicada a lo social. Considero que mal usados los algoritmos nos separan y radicalizan para vendernos cosas. Pero también creo —y esta experiencia lo demuestra— que a veces todavía nos pueden acercar a nuestra tribu y dejarnos amistades valiosas que, como las palabras heredadas, cambian lo que somos y nos acompañan para siempre.
Así que respondé ese mensaje. Andá a esa mesa de D&D. Abrí ese audio. No postergues lo que importa. La vida no espera y la muerte tampoco.
Este post se lo dedico a L. y sobre todo a su familia. Que puedan encontrar en la calidez del recuerdo un poco de sosiego.
Como siempre, gracias por leer.
— Bel
Esta edición por respeto no tendrá los links habituales, pero si de corazón consideran que alguien puede resonar con este texto y sentirse mejor no dejen de compartirlo. Tendamos redes en este mundo cada vez más desconectado.
¡Nos vemos la próxima!
A veces pienso en la gente con la que hable asi, solo por internet y que jamás vi en persona. Y un día desaparecimos y ya. No se, es muy loco.
Siempre sentí que las amistades puramente online tenían algo bien distinto a las offline. No mejor ni peor. Distinto. Como si fuera más fácil ser sinceros a través del teclado.
Un abrazo para vos y paz para L., de otro tucumano como Homero.